viernes, 11 de diciembre de 2009

CUANDO TODOS SOMOS CULPABLES POR CREERNOS INOCENTES


Convivimos estos días con dos asuntos candentes, de muy distinta condición, pero que no sé por qué, he asociado sin querer. El caso de la activista saharaui, Aminatu Haidar, y el del presentador de  Telemadrid agredido, Hermann Tertsch. En ambos casos, asisto perpleja a la evolución de los acontecimientos y no tengo una opinión. ¿ Es significativo que Marruecos sea culpable de la situación? ¿Es relevante que el Gobierno de España permitiera la entrada de la señora Haidar en nuestro país sin pasaporte?. Refugiada, vapuleada, apátrida. No es lo que nos tiene que preocupar. Lo que me escandaliza es que tengamos a una persona muriéndose en un aeropuerto con luz y taquígrafos, que sirve como arma arrojadiza entre los políticos y los medios de prensa de los distintos signos. Me da la sensación de que a nadie le importa un comino, si exceptuamos las adhesiones y los apoyos recibidos por la llamada sociedad civil. Porque claro, ni la ONU ni la UE, toman partido. Asunto bilateral, dicen.  Es para morirse de risa. Media vida sembrando vientos y pretenden recoger una absurda brisa mañanera. Y me asusto, porque el Frente Polisario anuncia que si Haidar muere irán a la guerra. ¿Más?. A ver si vamos a tener que dar la razón al señor Obama, ¿Será verdad que las guerras son el mejor método para mantener la paz?. Y el Gobierno, para colmo, descarta la mediación del Rey. - Me pregunto para qué le queremos -. Como en el caso del Sr. Tertsch, se ha intensificado la caza de brujas. Un comentario desafortunado del periodista, refiriéndose a la solución del secuestro de los cooperantes barceloneses en Mauritania por parte de Al Qaeda, parece ser el desencadenante de la agresión de la que afortunadamente se recupera. Más preocupante ya digo, es que las cadenas aprovechen el asunto para mofarse y los políticos para ganar votos. Cuando todos somos responsables, por creernos todo, por no cuestionar nada y por dejar que sean otros los que saquen las castañas del fuego, es que las cosas van mal, rematadamente mal...Y es cuando la realidad me supera, cuando se me amontonan los pensamientos y concluyo que hay cosas que me vienen grandes y que, al menos hoy,  me doy por vencida. No puedo con el mundo ni creo que él conmigo. Dimito del planeta y pido la carta de libertad.


0 comentarios:

Publicar un comentario