¡QUÉ VERANO!: MARCAS BLANCAS PARA CEREBROS VACÍOS

Estaba tomando unas notas sobre hábitos de consumo, cuando escuché, por casualidad, una conversación entre dos orgullosas madres de familia. Agité la coctelera y he aquí el resultado, tan cierto como la vida misma.

"Hago la compra y me dicen que con la crisis, el consumo de las de marcas blancas se dispara entre el "consumidor medio". El consumidor medio, el que vale para rotos y descosidos, por ser un espécimen abundante e incomprendido. El que no se preocupa por sus sociedades en las Barbados, entre otras cosas, porque ni sabe dónde demonios quedan - al fondo, a la derecha, caballero -. El que sólo aspira a que la cerveza del chiringuito de turno, le salga por el mismo precio que el año pasado.

Como todos los veranos, ha alquilado un apartamento, supuestamente, en primera línea de playa, ¡¡¡lástima que el de la inmobiliaria no sabía contar!!!, eso sí, por quince días, que no está el horno para muchos bollos. Un ERE que erre amenaza su, ya escasa, estabilidad económico - familiar, pero por eso mismo, decide continuar con sus planes de descanso, - ¡¡¡de perdidos, al río!!! -. Y claro, también hace la compra.

Pocos lujos, dando la razón a la tendencia, contados productos de reconocido prestigio, y mucha renuncia. Hay ciertas excepciones. El Danone, para el niño que no falte, que luego se encanija, la evax con alas para la Mari, porque está en sus días felices y si la deja, brinca como Heidi en la sección de congelados ( ¿A qué imbécil mental se le ha ocurrido que una semana de cada mes, las mujeres tenemos que estar dando saltos por un prado porque ya hemos descubierto a qué huelen las cosas que no huelen?), la coca- cola para él, porque es el refresco más democrático - para los bajos, para los altos, para los de acá y los de allá- , tiene más burbujitas y menos azúcar. Y no se olvida de la Mahou 5 estrellas, porque aquella tarde ha quedado para merendar con los vecinos de al lado, a los que ya conoce otras temporadas, que son de Alpedrete y la mar de majos. ¡¡¡Qué menos que una birra fresca y unas aceitunas rellenas de anchoa!!! - aunque la anchoa sólo se adivine y no sea de Santoña, como la que el Presidente de Cantabria le regala a Zapatero-. La cajera hace correr la VISA por el dispositivo lector mientras el sufrido comprador cruza los dedos para que no se la rechacen porque no lleva efectivo. Menos mal. Pasó. Firmita y a otra cosa, mariposa.

La tarde será divertida. La tele imprescindible, que hay fútbol, aunque no sabe quién juega, ¿acaso hace falta?, y lo podrán ver tranquilos, porque las mujeres se descartan a la primera, se lían a hablar y parece que las dan cuerda.

Ellas tampoco tienen desperdicio. Alardean de que la cultura del país tiene el futuro asegurado con sus retoños. Inaudito. Asombrada, una de ellas, asegura que el más pequeño de su caterva se interesa por la lectura, desdeñando por completo sus antecedentes y, sobre todo, su genética. El asunto es preocupante. El crío parece haberse metido entre pecho y espalda, poco menos que una mezcla entre la Enciclopedia Espasa y el Libro Gordo de Petete. La contestación de su amiga estival es tela marinera: “¡Qué bien que lean!”. Porque la suya, ¡cómo dudarlo!, hace otro tanto de lo mismo. Pero ella tiene claros los límites, los libros son como el tabaco, han de consumirse con cuidado. Es una madre responsable y administra la sabiduría como si fuera una aspirina. El abuso de conocimiento es peligroso y, según ella, “¡¡¡Da un dolor de cabeza!!!”

Estoy segura de que lo ha comprobado en sus propias carnes leyendo el “Hola”.

Marcas blancas para cerebros vacíos…"